Confieso que este año he dudado más que nunca si publicar, o no, esta entrada. Al final, como ves, he encontrado el hueco -que no la inspiración– para coger este toro por sus afilados pitones y hacer en voz alta algunas reflexiones. Los que, más allá de este blog, comparten las luces y sombras de mi vida, saben que este año ha sido uno de esos años. Decía Fito que «un día tuerces una esquina y te tuerces tú también». También hay veces que la vida se retuerce hasta partirse en dos, lo que no es intrínsecamente negativo si somos capaces de discernir qué trozo es el que está vivo y cuál muerto. Y sobre todo, si tienes el apoyo de alguien que te coge de la mano y te ayuda a seguir. Recordaré 2013 mientras viva. Y lo haré por mil motivos, mil detalles, algunos de los cuales han quedado reflejados en Sala de lectura que, a la fuerza ahorcan, es para mí mucho más que blog.

Celebro haber llegado hasta aquí y que tú, lector impenitente, hayas sido testigo. Te deseo lo mejor para 2014, año en el que seguiré desgranando la actualidad farmacoterapéutica en las redes sociales. A quemarropa. Sin pretensiones. Y, en muchas ocasiones, a contracorriente.

Como escribió mi admirado Gil de Biedma, «que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde». Sin duda alguna, no volveré a ser joven. Tú tampoco. Por eso es tan importante morder cada uno de los 365 días de 2014 y saborear la esencia de un año único, irrepetible. Sé que es más fácil predicar que dar trigo. Pero prometo aplicarme el cuento. Ése es mi anhelo para el próximo año. Pero que quede entre nosotros…