Estos últimos días hemos visto publicaciones muy interesantes. Destacaremos, en aras de la brevedad, tres: la revisión publicada en el BMJ de los tratamientos modificadores del curso de la enfermedad en esclerosis múltiple recurrente-recidivante, que actualiza el conocimiento sobre el complicado abordaje de esta enfermedad y acaba con un guiño a la esperanza Prevention and cure remain elusive, but outcomes for people living with relapsing MS will likely be further improved by a combination of earlier diagnosis and implementation of DMTs, lifestyle modification, and management of comorbidities, la evaluación realizada por el IQWiG del nalmefeno que, con la evidencia disponible no parece ser superior a naltrexona y la evaluación realizada por Bit Navarra de la vortioxetina cuyo juanramoniano título (Placebo y yo) y demoledor subtítulo (Antidepresivo con evidencia limitada, sin beneficio demostrado sobre otros y de coste superior) son una invitación a la lectura a todos los interesados en prescribir este fármaco.
Pero el tema de hoy es otro. Y lo es por su trascendencia en términos de Salud Pública. En este blog, dedicamos hace unos meses un post a la obesidad y sus devastadoras consecuencias en nuestra Sociedad. Hoy queremos reseñar y comentar la declaración de la todopoderosa American Heart Association que, por fin, ha movido ficha en relación al azúcar añadido en la dieta de los niños y su relación con la enfermedad cardiovascular. Han tardado en unirse a la cruzada contra el tabaco del siglo XXI. Pero como más vale tarde que nunca, esto es lo que dicen los cardiólogos norteamericanos…
Objetivo: revisar la evidencia disponible sobre el consumo de azúcares añadidos y el riesgo cardiovascular en niños y adolescentes, identificar las lagunas existentes y hacer recomendaciones sobre el consumo para reducir dicho riesgo.
Metodología: revisión no sistemática de la literatura. Se esboza la estrategia de búsqueda, pero no se explicita. Para un mejor abordaje del tema, se subdividió en 5 grandes áreas: efecto de los azúcares añadidos sobre la presión arterial, lípidos, resistencia insulínica y DM2, hígado graso no alcohólico y obesidad.
Resultados: la evidencia actualmente disponible revela que la asociación entre el consumo de azúcares añadidos y el aumento del riesgo cardiovascular está presente a niveles bastante inferiores del consumo actual de los niños norteamericanos. La evidencia respalda las asociaciones entre azúcares añadidos y un incremento de la ingesta calórica, adiposidiad, adiposidad central y dislipemia, todos ellos factores de riesgo cardiovascular. Es relevante señalar que la introducción de azúcares añadidos durante la infancia es particularmente dañina y debe evitarse. Aunque los azúcares añadidos podrían ser seguros consumidos en pequeñas cantidades y como parte de una dieta saludable, se han hecho pocos estudios para establecer el dintel entre efectos perjudiciales y beneficiosos.
Recomendaciones: en ensayos clínicos aleatorizados en los que los niños y adolescentes cambiaron las bebidas azucaradas por otras sin calorías se obtuvieron reducciones del peso, reforzando la probabilidad de que la ingesta de azúcares añadidos (al menos en forma de bebida) sea la causa de los resultados. Por tanto:
1.- Se recomienda que niños y adolescentes limiten la ingesta de bebidas azucaradas a menos de ≈250 ml semanales.
2.- En ausencia de estudios dosis-respuesta y extrapolando los resultados de studios observacionales, se recomienda que niños y adolescentes consuman ≤25 g (100 cal o ≈6 cucharaditas) de azúcar añadido al día.
3.- Debido a que hay un mínimo espacio para las calorías vanas (sin nutrientes) en la dieta de los niños pequeños, se recomienda evitar los azúcares añadidos en los menores de 2 años.
Comentario: la publicación de hoy tiene un valor mucho más simbólico que científico pues supone que una de las más influyentes sociedades científicas del Mundo asuma su responsabilidad institucional en la lucha contra el sobrepeso y la obesidad, tándem que está en el origen de las enfermedades crónicas más prevalentes de nuestra Sociedad y que originan una enorme carga a los servicios de salud además de un enorme sufrimiento a quienes las padecen.
La evidencia, aunque esquiva por muchos motivos que no son objeto de este post, se va acumulando y señala al azúcar añadido de los alimentos procesados (esos que lucen en vistosos envases en las estanterías de los supermercados) y las bebidas azucaradas (las de siempre, a las que el carácter innovador de nuestra generación ha añadido las energéticas) como una de las principales causas de la epidemia de obesidad que asola a la Humanidad. Y en este contexto, la AHA se ha alineado con instituciones como la OMS que recomienda un consumo de azúcares añadidos de <10% de las calorías totales (y mejor aún si es <5%).
Reducir la cuestión a un mero recuento de calorías y recomendar a los pacientes aquello tan socorrido de menos plato y más zapato, es quedarnos en la superficie del problema y obviar el impacto metabólico que tienen determinados productos que nos venden como saludables y que, paulatinamente, están siendo señalados como peligrosos para la salud.
En relación a los más pequeños, la AHA viene a decirnos que introducir en la dieta (y no el consumo ocasional) bebidas azucaradas, galletas, cereales de desayuno, bollería, zumos artificiales y un largo etc, incrementa el riesgo de sufrir obesidad, enfermedades cardiovasculares, hipertensión, cáncer y caries. A lo que añadimos nosotros que contribuimos a fomentar unos hábitos dietéticos insanos que harán que el problema se extienda como una mancha de aceite.
La declaración de la AHA, decíamos al iniciar este comentario, tiene un valor más simbólico que científico. Y no digamos práctico. Pero es hora de que los profesionales sanitarios contribuyamos a la solución, en la pequeña parte que nos toca, de este inmenso problema. A los lectores de este blog interesados en esta espinosa cuestión, le queremos recomendar algunas ruedas que seguir en esta escarpada ascensión: son la web de Dietética sin patrocinadores y un par de blogs: el de Lo que dice la ciencia para adelgazar (imprescindibles la obra de Luis Jiménez) y Mi dieta cojea. No están todos los que son, pero… eso. Para los que se acercan por primera vez a este tema, es más que suficiente. Y suficiente es, por hoy…
Hola, solo una precisión. Al hablar de la recomendación de limitar la ingesta de azúcar a 25 g al día se dice que corresponderían a «≈6 cucharas soperas». Aquí creo que hay un error. En el original se menciona a «teaspoon» que es una cucharadita de aprox. 5 ml de capacidad, mientras que la «tablespoon» o cuchara sopera tendría unos 15 ml. En nuestro caso hablamos de peso del azúcar, que aunque no es lo mismo obviamente, pero podemos hacer un cálculo por aproximación.
He comprobado que una cuchara sopera llena de azúcar admite unos 10 a 15 g de este producto (dependiendo de tipo de cuchara y lo colmada que se llene).
O sea que en el texto, en vez de decir cuchara sopera debería hablarse de cucharadita.
Gracias, un saludo,
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Hola Ángel:
Lapsus cálami, el de las cucharadas, que voy raudo a corregir.
Muchas gracias por tu comentario y un cordial saludo.
CARLOS
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