(Arch Intern Med) Antipsicóticos, ancianos y seguridad de los medicamentos

Hay un artículo publicado en el primer número de este año en Archives of Internal Medicine que con sumo gusto traduciríamos para todos los que no leen inglés, pero a pesar de ocupar apenas un folio por ambas caras, pasa ampliamente de las 600 palabras que nos tenemos prometidas, además de que pueden venir los de los derechos de autor, con Ramoncín a la cabeza, a pedirnos cuentas. Se titula Prescribing optimal drug therapy for older people y trata, a cuenta de los antipsicóticos, de la seguridad de los fármacos en general -en los ancianos en particular- de una forma tan clara y amena que recomendamos a todos su atenta lectura. En la página web del Archives sólo está el resumen disponible pero en cualquiera de las bibliotecas, virtuales o no, que los servicios de salud ponen a nuestra disposición, se puede conseguir fácilmente.

Las ideas clave sobre las que pivota el artículo son las siguientes:
– La pluripatología, la polimedicación y los condicionantes farmacocinéticos, hacen de los ancianos un grupo poblacional con un riesgo especialmente alto de sufrir reacciones adversas a los medicamentos.

– Los ensayos clínicos aleatorizados y controlados son la mejor fuente de evidencia de la eficacia y seguridad de los tratamientos farmacológicos. En ellos han estado históricamente infrarrepresentados los ancianos y, en particular, las mujeres.

– El uso fuera de indicación (off label) de los fármacos es una práctica habitual (aunque no necesariamente ilícita). Un ejemplo representativo es el uso de los antipsicóticos para tratar los síntomas conductuales de la demencia: en EE UU ningún antipsicótico tiene autorizada esta indicación y en Canadá sólo la risperidona. La evidencia sobre la eficacia de estos fármacos en dicha indicación es escasa y de baja calidad metodológica. En el estudio CATIE-AD la principal conclusión es que los efectos adversos contrarrestaban los beneficios obtenidos en el tratamiento del Alzheimer.

– Los estudios observacionales postcomercialización son de gran valor para conocer el perfil de seguridad de los fármacos. Los disponibles muestran la cara menos amable de los antipsicóticos en este grupo poblacional, asociándose su uso a un aumento del riesgo de muerte del 30% (NNH=100).

– Las alertas de seguridad emitidas por las agencias reguladoras en el caso que nos ocupa han tenido un pequeño impacto, debido a que los mensajes no llegan nítidamente a los prescriptores.

¿Qué podemos comentar ante unos planteamientos tan documentados y rotundos? Que los antipsicóticos son problemáticos en pacientes ancianos, lo sabemos hace tiempo. Pero se siguen utilizando ampliamente en esta indicación a pesar de la evidencia existente en contra. Los autores del artículo apuntan a dos sospechosos habituales en este tipo de cuestiones: por un lado, las propias agencias reguladoras, que se limitan en muchas ocasiones a emitir un triste comunicado sin más. Como acertadamente afirman, si esto no es suficiente, como está claro que no lo es… ¿qué hacemos? ¿nos conformamos con la autojusficiación del yo ya lo dije? ¿y si contamos con la complicidad, implicación y ayuda de las sociedades profesionales? ¿y si utilizamos vías de comunicación más directas, más rápidas, más útiles como por ejemplo Twitter o Facebook? ¿por qué las alertas de la Agencia Española se cuelgan en Internet horas después de enviarse por fax? ¿y qué pasaría si las alertas de seguridad fueran más concretas y dijeran con toda claridad cuál es el riesgo, a quién afecta y cómo evitarlo? ¿cuántas alertas más como la de la interacción clopidogrel-IBP tendremos que sufrir? El otro sospechoso habitual es, por desgracia, la industria farmacéutica: la que alienta, como denuncian los autores del artículo, el uso fuera de indicación de sus fármacos. ¿Sale más rentable pagar las multas por este motivo, que investigar la seguridad y eficacia de sus productos? ¿esta es la causa de que en los EE UU ningún antipsicótico tenga reconocida la indicación en pacientes demenciados? ¿cuándo va a asumir la industria su responsabilidad social en este campo y a liderar la farmacovigilancia de sus fármacos? ¿tiene que esperar tal o cual laboratorio que la FDA o la EMEA le obligue a comunicar un riesgo para los pacientes, para informar a los profesionales sanitarios? ¿así quieren generar confianza?

Y entre todos, la casa sin barrer. Porque ¿y nosotros? ¿que estamos dispuestos a hacer para mejorar la seguridad de los fármacos? ¿la culpa es sólo de los demás? ¿qué más podemos hacer? Seguro que más de lo que imaginamos. Sólo hace falta una cosa: concienciación y compromiso. Nada más y nada menos…

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