Hoy toca entrada de circunstancias, ya que dadas las circunstancias, no podemos dedicar al post el tiempo que nos gustaría. Así que vamos a comentar rápidamente algunas cosas que han llamado nuestra atención en los últimos días. La primera, es que, por primera vez, hemos podido hacer un seguimiento en directo de la asignación de plazas de los futuros especialistas (médicos, farmacéuticos, psicólogos…). Cuando tuvimos el privilegio de participar en la elección de plaza, en un ya lejano 1.992, oímos la conversación de otros dos privilegiados -médicos ambos- que discutían, antes de entrar al salón de actos donde se celebró la cosa, con qué especialidad se ganaba más pasta. Esto, es tan viejo como nuestra especie, aunque a algunos les escueza: queremos lo que consideramos lo mejor, lo que más nos prestigia, lo que más rentable nos resulta. Y a partir de ahí, podemos discutir hasta el infinito, porqué los que trabajamos en atención primaria, estamos considerados como cascarilla, dentro de nuestro sistema sanitario. Así por ejemplo, los farmacéuticos del primer nivel asistencial, ganamos bastante menos que nuestros colegas de hospital y, por supuesto, estamos peor considerados por una Administración, cuyos movimientos van orientados a que fagociten nuestras funciones. A ver si una vez digeridos, nos equiparan los sueldos. Porque trabajar codo con codo con un compañero que gana al año 10 o 12 mil pavos más que tú, no es tarea fácil…
Al hilo de nuestro último post, recomendamos la lectura de un artículo publicado en Annals of Internal Medicine con el título Meta-analysis: Effect of Patient Self-testing and Self-management of Long-Term Anticoagulation on Major Clinical Outcomes, que ha tenido como objetivo investigar el impacto sobre la mortalidad por cualquier causa y la reducción de las complicaciones tromboembólicas, del empoderamiento del paciente tratado con antagonistas de la vitamina K, para que autocontrole el INR y/o autoajuste la dosis de su tratamiento, respecto al tratamiento convencional. A pesar de que el meta-análisis tiene limitaciones, inherentes a la calidad de los estudios incluidos, resulta reconfortante ver cómo hay evidencia de que el paciente formado, entrenado y motivado, es perfectamente capaz de controlar un tratamiento complejo como es la anticoagulación oral. Y cómo este traspaso de competencias, al beneficiario del mismo, tiene un efecto directo sobre variables de relevancia clínica y la mortalidad. Se podrá achacar que eran pacientes muy seleccionados, lo cual es cierto. Pero el camino a seguir es delegar en los pacientes, adecuadamente formados, la responsabilidad de su tratamiento, mientras los profesionales sanitarios damos un discreto paso atrás.
Otro estudio interesante, también del Annals, es el titulado Using Additional Information on Working Hours to Predict Coronary Heart Disease, estudio de cohortes que ha investigado si, en personas de bajo riesgo cardiovascular, la información acerca de la duración de su jornada laboral es útil para mejorar la capacidad predictiva de las tablas de Framingham. El estudio reclutó 7.095 personas y entre sus resultados, destacamos que aquéllos con una jornada laboral de 11 o más horas al día tienen un riesgo añadido de sufrir una coronariopatía de un 67% sobre aquellos cuya jornada es de 7-8 horas al día. Además, este dato mejora -aunque de forma modesta- la capacidad predictiva mencionada.
Ignoramos si los autores del estudio consideraron como jornada laboral llevar y traer los niños a las actividades extraescolares, hacer la comida, planchar la ropa o ir al súper. Lo que sí tenemos claro es que la prevención cardiovascular es una actividad específica de la atención primaria, lugar donde -a diferencia de lo que ocurre en los hospitales- se suele tratar mayormente con personas antes que con pacientes. Así, es difícil que el médico de familia no conozca a qué se dedican sus pacientes. Si tienen hijos, pareja, problemas económicos o familiares a su cargo. Imposible si es en el ámbito rural. Los profesionales sanitarios de atención primaria conocen al paciente en su entorno, algo vital para añadir a los factores de riesgo tradicionales otros que, de momento, no podemos cuantificar, pero son igualmente importantes. Ahora que tan de moda están las áreas únicas y vuelve con fuerza el hospitalocentrismo, queremos reivindicar el espacio, funciones e importancia de la atención primaria. No hacerlo supone dejar que la atención sanitaria se vuelque, sin más, hacia la intervención antes que hacia la prevención, lo cual no es propio de países desarrollados. Claro que, visto lo visto en el MIR, parece que en el terreno cardiovascular, esto no importa. Total, cardiólogos no nos van a faltar…
Desde luego se puede decir más alto pero no más claro, si esto no cambia primaria va a ser el brazo «tonto» del hospital
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Hola, Merche:
Gracias por tu comentario. Pues mira, yo pienso que la primaria jamás será el brazo tonto de nadie. Esto de ahora es un sarampión que pasará. La atención primaria es vital en un país desarrollado y una vez que pase esta moda de áreas que pivotan sobre su hospital de referencia, volverán las aguas a su cauce con áreas que pivotan sobre su primaria. No queda otra…
Un saludo.
CARLOS
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