El término inercia terapéutica es utilizado por algunos especialistas hospitalarios para referirse a aquellos pacientes que, poniendo como ejemplo la DM2, llevan años en monoterapia o biterapia a pesar de tener un control glucémico defectuoso. Parece lógico que -siguiendo con nuestro ejemplo- si no logramos un control glucémico adecuado, intensifiquemos el tratamiento. Es lo que nos dicen las guías de práctica clínica. Y, de hecho, las terapias escalonadas se hicieron para ir subiendo progresivamente los escalones. Lo de bajarlos, es otro cantar.
Pero a veces, no todo es tan fácil. En atención primaria los profesionales (generalmente médicos y enfermeros, pero no solo ellos) conocen la obra, vida y milagros de sus pacientes, que van más allá de unas cifras de presión arterial, los niveles de HbA1c o el cLDL. De hecho, como muchos saben, pocas cosas hay más reveladoras que visitar la casa del paciente o conocer su entorno.
En este orden de cosas, André Picard, columnista de The Globe and Mail y autor de Matters of Life and Death, publicó el otro día un tuit en el que insertó la imagen que hoy ilustra este post. En ella se recogen 10 determinantes sociales de la Salud. Esos que van mucho más allá de nuestros hospitales y centros de salud. Esos que hacen que, a veces, algunos pacientes se nos escurran de las manos sin que podamos hacer, desde una óptica eminentemente asistencial, mucho más por ellos. Traducidos y adaptados a nuestro idioma, serían algo así:
1.- No seas pobre.
2.- Elige bien a tus padres.
3.- Gradúate en el instituto o, mejor aún, en la universidad.
4.- No tengas un trabajo estresante y mal pagado. Encuentra uno en el que tengas capacidad de decisión y el control.
5.- Aprende a controlar el estrés.
6.- Sé capaz de permitirte unas vacaciones en el extranjero y tomar el sol (con factor de protección, claro).
7.- No te quedes parado.
8.- Vive en una comunidad en la que tengas sentimiento de pertenencia.
9.- No vivas en un gueto, cerca de una autovía o una fábrica contaminante.
10.- Aprende a hacer amigos y a conservarlos.
Creemos no equivocarnos demasiado al afirmar que ninguno de nosotros elegiría la pobreza, el paro, la exclusión social, vivir en un barrio marginal, la soledad o, peor aún, una pareja que nos desprecia o nos agrede. Pero tenemos (muchos) pacientes -por ejemplo, diabéticos- cuya desastrosa dieta es consecuencia de la falta de recursos de todo tipo. También económicos. Y cuyo pésimo control glucémico está influenciado por un estrés que les desborda ante una situación vital límite para él mismo y los suyos.
Podemos huir de la inercia terapéutica y en la próxima revisión intensificar el tratamiento y pautar la penúltima maravilla que recomienda tal o cual guía. También podemos coger el teléfono y hablar con nuestro compañero de atención primaria, a cuyo cupo pertenece el enfermo, e interesarnos por sus circunstancias. Quizás esto no mejore el devenir clínico del paciente. Pero mejorará la colaboración entre niveles asistenciales y reducirá la incomprensión entre profesionales que mutuamente se necesitan. Siempre es el momento apropiado para hacer lo que es correcto, dicen que dijo Luther King. Por ejemplo, ahora mismo. Deja de leer. Llama…